Cada día más personas deciden desplazarse en transportes alternativos al coche, como son los aviones, trenes o autobuses.
La toma de decisión sobre viajar con un transporte u otro no depende exclusivamente de los precios, sino que entran en juego otras características del servicio de carácter cualitativo, como es la comodidad durante el trayecto, el aspecto de transporte (interno y externo), etc.
Respecto a la limpieza exterior de los autobuses, es un aspecto muy importante a tener en cuenta cuando ofrecemos servicios de transporte de viajeros. El aspecto del vehículo “entra por los ojos”, es lo que el usuario ve, influye de manera decisiva en el proceso de decisión de compra y supone un gran valor añadido para los usuarios.
Se dice que una imagen vale más que mil palabras; aplicado a este caso, un vehículo con una imagen adecuada genera confianza, credibilidad, pulcritud, el gusto por las cosas bien hechas; el cliente sentirá que le importa a la empresa, que se preocupa por su comodidad, reflejando una imagen profesional y experta.
Si una persona ve un vehículo limpio, probablemente pensará que está igual de limpio por dentro, y eso será un punto positivo en el proceso de decisión de compra del billete para desplazarse.
Sin embargo, si una persona ve un vehículo sucio, existen unas elevadas probabilidades de que desista viajar en ese medio de transporte o con la compañía propietaria del vehículo.
Y no solo eso, sino que puede producirse un efecto multiplicador y difusor, por el cual, una persona que ve un vehículo sucio y no le gusta no sólo no contratará esa empresa sino que difundirá su disgusto o decepción entre sus allegados, que tampoco querrán viajar con esa empresa; concretamente estudios recientes demuestran que cada persona insatisfecha con un producto o servicio se lo comunicará a 8 personas diferentes, con lo que la pérdida de potenciales clientes es abismal, de ahí la importancia de cuidar bien la imagen que proyectamos